El Rector Hugo Andrade firmó el Acuerdo con el Presidente de la CONEAU, Mg. Néstor Pan.
El 22 de junio, la Universidad suscribió un Acuerdo General para la Implementación del Proceso de Evaluación Institucional con la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), representada por su Presidente, Mg. Néstor Pan.
Para ello, la UNM creó -bajo la órbita del Vicerrectorado- la Comisión de Autoevaluación Institucional, integrada por las subcomisiones de “Gobierno y Gestión”; “Docencia”; “Extensión” e “Investigación; Vinculación Tecnológica y Relaciones Internacionales”. Su objetivo es organizar y conducir la autoevaluación, entendida como un proceso participativo de discusión y análisis de logros, en el marco del desarrollo del Proyecto Institucional.
En el marco de la rúbrica del acuerdo, La Gazeta de la Universidad Nacional de Moreno dialogó con el titular del organismo responsable en Argentina de la acreditación de las carreras universitarias y la evaluación de las instituciones de educación superior.
¿En qué consiste la evaluación institucional?
La UNM lanza su proyecto de evaluación institucional por primera vez, en concordancia con el fin del período de vigencia de su proyecto institucional originario, también aprobado oportunamente por la CONEAU. La evaluación externa pondrá en relieve los objetivos, recursos y necesidades que tiene la institución para el lograr su desarrollo. Para ello, la Universidad inicia un proceso de autoevaluación señalando cuál es su destino y, posteriormente, la CONEAU, a través de pares externos, señalará cuáles son las fortalezas y las debilidades de este proyecto estratégico, propiciando el desarrollo de un proceso cada vez más sólido.
¿Cuál es la importancia de este tipo de evaluación en una Universidad con una historia reciente?
Es un proyecto a largo plazo. Los pares evaluadores pueden hacer una devolución muy interesante para la institución, haciendo recomendaciones para que las fortalezas sean más sólidas y las debilidades disminuyan su impacto. Creo que es fundamental lo que ha hecho la Comisión Nacional desde que comenzó a trabajar al lado de las universidades. En otras partes del mundo, este servicio se paga.
¿Cuál es su visión respecto del sistema universitario en la actualidad?
Existen fortalezas y debilidades. El sistema universitario argentino cuenta con casi dos millones de estudiantes, de los cuales cerca del 79% se encuentra en instituciones de gestión pública. Eso es una fortaleza de nuestro país respecto de Latinoamérica, donde la proporción es inversa y el sector privado concentra el 80%. El segundo punto es vital: tenemos un sistema en el que no hay un excesivo crecimiento de instituciones universitarias; somos el país de Latinoamérica que menos universidades tiene, con una institución cada 320 mil habitantes; el resto posee una cada 160 mil. En Brasil y México, por ejemplo, hay una universidad cada 50 mil y 89 mil habitantes, respectivamente.
Por otro lado, nuestras debilidades a lo largo de los últimos 20 años son tres. Primero, en los últimos 30 años, no pudimos retener el nivel de matriculación en las áreas de ciencias básicas y aplicadas, que son estratégicas para el desarrollo, y que han mutado a la rama de Humanidades y Sociales en más de un 13%. El segundo punto es el nivel de retención dentro de las propias estructuras universitarias: hoy, las universidades privadas logran un nivel de retención en torno al 25% de sus estudiantes, mientras que nosotros estamos llegando a cerca del 12 o 13%, es decir que 1.2 de cada 10 alumnos se quedan en la institución y el resto se va a otra o abandona el sistema. Finalmente, el tercer punto es la amplia concentración de la matrícula; nuestro país ofrece cerca de 4.200 carreras, entre pregrado y grado, pero el 75% está inscripto en 11 áreas disciplinares, mayoritariamente, Administración y Abogacía.
En los últimos tiempos, sin embargo, hubo un impulso para alentar la inscripción a carreras del área de Aplicadas y Tecnología
Efectivamente, y esta institución es un ejemplo de ello. Se han dado situaciones estratégicas en el conurbano, lo que significa que estas universidades no han elegido el camino fácil. La Universidad tiene que entender que es como “una YPF en el desierto”, donde poca gente va a cargar combustible pero es necesario que esté. Del mismo modo, los rectores deben comprender que, tal vez, no van a producir un número exagerado de matriculados de carreras científicas y tecnológicas pero que la calidad de los egresados justifica la inversión.
Concluido el periodo del plan estratégico 2011-2015, la Universidad se encuentra en pleno proceso de desarrollo de su plan plurianual 2016-2020.