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Por Roberto Marafioti, Coordinador de la Licenciatura en Comunicación Social

Podemos encarar la reflexión en torno a la ciencia y la comunicación desde múltiples perspectivas. Una de ellas puede referirse a la historia de la ciencia y a la difusión en nuestro país; a las disciplinas que se fueron constituyendo a lo largo de las décadas o los siglos.

Otra perspectiva podría analizar los actores que se veían involucrados en ese tipo de conocimientos, cómo circulaban en la sociedad y cómo se iban expandiendo en nuestro territorio estas áreas del saber.

Un aspecto fundamental es poner en relación estas posturas con las distintas interpretaciones filosóficas de la ciencia y la construcción de modelos científicos que son tributarios de esas corrientes.

Otro punto, no menor, es el nivel de difusión que fueron teniendo los conocimientos de determinadas temáticas. Si ese conocimiento fue monopolizado por algunos sectores sociales o, por el contrario, hubo una voluntad de expandir ese saber a sectores más amplios de nuestra sociedad.

Como se puede advertir a poco que uno se introduzca en esta temática, se van entremezclando posiciones y voluntades. No existe y no podrá existir un modelo único que hable de la relación de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología.

En general, el conocimiento científico circuló prioritariamente por las universidades. Es cierto que no tuvieron la exclusividad pero sí que el reconocimiento social pasó por las universidades y por aquellas que tuvieron más tradición y prestigio a lo largo de nuestra historia. La Universidad Nacional de Córdoba (fundada por los jesuitas en la primera mitad del siglo XVII) y la Universidad de Buenos Aires de 1821.

Luego, se fueron creando sociedades científicas que agrupaban a distintas profesiones, ya sea para regular el ejercicio profesional, ya para encontrar un espacio de circulación y reconocimiento de la producción de los profesionales. La Sociedad Científica Argentina se crea en 1872 durante la presidencia de Sarmiento.

Si dirigimos la mirada a otros sitios de producción de conocimiento, vemos que, en Gran Bretaña, a inicios del siglo XIX, comienza a tomar fuerza una vocación de divulgación de los conocimientos científicos. No es el único sitio donde esto ocurre, pero sí es el que va fundando una tradición que se prolonga hasta nuestros días y que tiende a mostrar los descubrimientos que se realizan, las reflexiones que se desarrollan y los avances que se obtienen al público experto pero también al público lego, aquel que no conoce al detalle las disciplinas, pero que puede valorar e interesarse por las transformaciones científicas o tecnológicas que se van dando en las sociedades.

Gran Bretaña se destacó desde inicios del siglo XIX por promover la difusión de los conocimientos producidos. La figura de Michel Faraday (1791 – 1867) es, en este sentido, emblemática. Hacia 1831 se funda la British Association for the Advancement of Sciencie (B.A.A.S.) con el objetivo de vincular el desarrollo científico a los sectores populares. Fue precisamente allí donde se llevó a cabo una de las disputas más famosas de la historia de la ciencia. La publicación de El origen de las especies, de Charles Darwin, había provocado un debate descomunal que superó todas las expectativas de asistencia de público. La polémica evolucionista frente a la religión era en verdad el punto central de la discusión y, en ella, no participó directamente Darwin pero sí Thomas H. Huxley que fue conocido como el “cancerbero de Darwin”. En el otro lado de la contienda, estaba el obispo de Oxford, defensor de la ortodoxia.

Es conocido el momento en el que se le pregunta a Huxley si descendía del mono por línea materna o paterna y la respuesta fue: “Si la pregunta se refiere a si prefiero tener como abuelo a un triste mono o a un hombre dotado por la naturaleza y de gran influencia, que emplea esas facultades y esa influencia para el simple propósito de introducir el ridículo en una seria discusión científica… dudaría qué respuesta dar”. La consecuencia fue que el evolucionismo como doctrina fue ganando predicamento y permitió que la biología tuviera un envión descomunal, tratando de relegar a la religión al espacio de la vida privada.

Pero la tradición de la difusión en Inglaterra se prolonga hasta nuestros días. La familia Huxley tuvo descendencia en Julian Huxley y en Aldous Huxley. Lo mismo se puede decir de David Attenborough o Stephen Hawking, por citar solo a un escaso puñado de científicos que se propusieron llegar a un público masivo. Cualquiera hoy puede encontrar en el sitio de internet de youtube los videos de las exposiciones de los más importantes divulgadores de la ciencia en la actualidad como Richard Dawkins, los norteamericanos Carl Sagan con su famosa serie Cosmos y su continuador, Neil deGrasse Tyson.

Pero no es preciso continuar tan alejados de nuestro medio. Entre nosotros, también han ido apareciendo periodistas que encaran la difusión de la ciencia tratando de llegar a públicos masivos. Adrián Paenza y Leonardo Moledo, por citar solo dos referentes de los más conocidos, se ocupan de instalar en distintos formatos mediáticos los conocimientos científicos de manera de llegar a cada vez más personas. La tarea de dibujantes e historietistas en este aspecto, no puede dejar de considerarse como un puente que vincula el conocimiento específico con el alcance masivo.

Cuanto más amplios sean los sectores sociales a los que llegue el conocimiento, más sólida estará la sociedad para encarar procesos de transformación y de adecuación a los tiempos futuros. El conocimiento es un arma que no se puede valorar sólo porque haya algunos que lo posean sino por la posibilidad de extensión a capas cada vez más amplias de nuestra sociedad.

La democratización del conocimiento y de la educación son herramientas económicas que tienen mucho más valor que una industria o una tecnología. Definen el rumbo adonde una sociedad quiere dirigirse.

Y aquí es donde adquiere importancia el hecho que la comunicación se entreteja con los conocimientos científicos. Hoy, los medios masivos nos tienen acostumbrados a imponer temáticas que tienen muy poco que ver con el conocimiento.

Es frecuente ver a periodistas que están en condiciones de opinar de todo y en cualquier momento. Pueden escribir una nota por la mañana, tener un programa radial de varias horas por la tarde y aparecer en la televisión por la noche opinando de política, de seguridad, de economía, de asuntos internacionales, etc. Lo menos que deberíamos hacer es tener cierta sospecha acerca de aquel que conoce de todo y puede hablar de todo.

Algunas especificidades existen y, en nuestro medio, ello se comienza a poner en evidencia. Tímidamente, es cierto, pero existen programas en radio y en televisión que están destinados a poner en acceso del público en general avances de las investigaciones. En este sentido no podemos dejar de señalar la importancia que ha tenido el canal Encuentro del Ministerio de Educación a la hora de proporcionar una programación muy amplia en distintos temas y también en reproducir programas que en otros países que han tenido una tradición de televisión cultural y educativa ya tienen.

Los casos más notorios son la BBC de Gran Bretaña, la RAI de Italia, la RTVE de España, el canal ARTE asociación entre Francia y Alemania. En nuestro medio, el Canal A también tiene una orientación más vinculada al arte pero que incluye algunos pocos programas en donde se vislumbra el interés por la ciencia.

Y es que es una decisión no solo de política comunicacional el apuntar a brindar una grilla de programación más amplia, para distintos sectores sino que tiene que ver con una estrategia de marketing y de desarrollo tecnológico. Cuantos más canales haya de transmisión de información y comunicación más disponibilidades tendrán los espectadores para elegir. Una perspectiva cortoplacista podría decir que el rating es lo que determina la programación y que las mayorías consumen un tipo de espectáculo que está en las antípodas de la ciencia y la tecnología. Seguramente, en cierto sentido, ello es verdadero. Pero como los seres humanos somos demasiado complejos, no podemos asegurar que en el largo plazo el rating será la única variable a tomar en cuenta. Ya las redes sociales se han hecho oír en cuanto a modificar los hábitos y los consumos culturales de la población. Ya los teléfonos celulares son cada vez menos teléfonos y más multifuncionales. No importa si todos o algunos acceden a esta tecnología, importa que resulta una tendencia que excede las voluntades subjetivas y se va imponiendo de una manera arrolladora. En algunos casos, y la historia puede dar muchos ejemplos de ello, las tecnologías cambiaron las conductas de las sociedades, en algunos casos, para volverlas más abiertas y en otros casos para marcar más las diferencias entre las sociedades más avanzadas y las menos avanzadas.

El pensamiento zapping se ha instalado pero sólo garantiza el estar a los saltos sin posibilidad de definir un criterio de construcción individual o colectiva. Los conocimientos científicos -se ha demostrado ampliamente- no pertenecen a una aventura personal, son patrimonio de los conjuntos sociales que posibilitaron el desarrollo de esas conciencias para que puedan llegar a plantearse esos interrogantes y estén en condiciones de formular respuestas acordes a los tiempos.

En el siglo XIX, existió el movimiento ludista en Inglaterra, que se oponían a las máquinas porque suponían que ellas arruinarían los trabajos y los salarios. Y, parcialmente, ello fue así, pero las máquinas no se pudieron erradicar y hubo que encontrar mecanismos para la coexistencia pacífica entre los trabajadores y las máquinas. Algo similar se puede pensar respecto a los medios de comunicación. El proceso de transformación en el que está inmersa la humanidad incluye a los medios actuales pero también los sobrepasa y les impone horizontes nuevos y a veces inciertos.

En esos nuevos panoramas, es preciso pensar en la forma en que se diseña a profesionales que sean especialistas en temas que la sociedad requiere. No todos deben conocer todo pero algunos pueden conocer mejor algunos temas y los pueden tratar de transmitir de manera de alcanzar a los más amplios sectores. Ya no hay conocimientos que estén clausurados. Es cierto que hay conocimientos que son altamente complejos y difíciles de transmitir pero nunca hubo un conocimiento que no pudiera ser ampliado.

El colisionador de hadrones, las investigaciones que apuntan al origen de la materia o la nanotecnología son temas de alta sofisticación que combinan cuestiones que son estrictamente científicas pero que incluyen cuestiones filosóficas. Y es necesario que así sea, de allí que también sea preciso contar con profesionales que estén en condiciones de dialogar con estas temáticas y que se constituyan en un puente entre los distintos públicos a los que apuntan los medios.

Ya existen canales de youtube específicamente diseñados para la difusión de la ciencia, TED es una experiencia que surgió en Estados Unidos pero que ya se ha realizado en varias oportunidades en Buenos Aires y en otras ciudades próximas y permitió el desafío de proponer a científicos la exposición de temas de su especialidad en un lapso de tiempo breve que no excede los veinte minutos aproximadamente. El éxito que tuvo la convocatoria habla a las claras de que existe una multiplicidad de audiencias. Se trata para nosotros de despertar en cada uno de los estudiantes la vocación y el interés por el conocimiento como herramienta de crecimiento individual y social.

La carrera de Comunicación en la UNM está volcada a desarrollar un área específica que promueva la reflexión acerca de la filosofía de la ciencia y de la difusión científica. Desde perspectivas múltiples y desde formatos también múltiples. Todo ello debe redundar en dejar de considerar al conocimiento científico como algo misterioso, secreto y terrorífico y pensarlo y actuarlo como una actividad plena de tenacidad, paciencia y, sobre todo, ilusión.