Por Alejandro Naclerio: Profesor Titular de Historia y Epistemología del Pensamiento Económico del Departamento de Economía y Administración. Responsable de la publicación de UNM Editora Mariano Moreno Textos Reunidos. Tomo I - Escritos Económicos (2013)
El 25 de mayo de 1810 es presentado a menudo como "el nacimiento de la Patria". Lo que, frecuentemente, se pasa por alto es que ese nacimiento fue resultado de un proceso político. En efecto, en ese entonces, tuvo lugar un quiebre histórico a través de una trascendental manifestación política en el Río de La Plata. Se trató, fundamentalmente, de una revolución intelectual, que permitió generar las condiciones para las luchas por la libertad y la igualdad.
La Revolución de Moreno, Belgrano, Castelli, Paso, Alberti, French, Beruti, Donado, y todos los integrantes de ese colectivo político se plasmó en el pensamiento y la acción por el reparto justo de las riquezas para mejorar el nivel de vida del pueblo. La miseria y la injusticia de las clases sociales explotadas y esclavizadas era el tema de debate de esos militantes con fuerte influencia de la filosofía iluminista y de las ideas económicas de avanzada, que combatían al monopolio registrero comercial y apuntalaban las incipientes industrias del interior.
El proceso revolucionario se erigió contra ese statu quo impuesto en las colonias de esos siglos, donde se reproducía el poder de las clases dominantes privilegiadas. Históricamente, la explicación del independentismo monárquico, estricto sensu, ha sido un manto intencionado que contamina el verdadero debate y lucha política de la época. Nuestros próceres pensaban en transformar el sistema económico, fundado en la actividad minera y en la conectividad al puerto de Buenos Aires. La idea de desarrollo en el interior se asentaba en el fortalecimiento del mercado interno y en la producción de manufacturas, en contraste con una colonia exportadora de materias primas.
El lírico argumento de la emancipación monárquica no debe oscurecer la ferviente lucha política que se llevaba a cabo con sus estrategias y sus conflictos internos. Los morenistas eran militantes formados y combativos afirmados en sus lecturas iluministas y en el derecho natural, fundamento de sus investigaciones sobre el nuevo contrato social y la igualdad. Entendían perfectamente la diferencia entre prosperidad del pueblo y enriquecimiento de la clase dominante. Estas ideas se debatían antes y después de Mayo, aunque, seguramente, su evolución y gestión en la práctica política supo radicalizar sus posiciones para llevar adelante sus planes.
La Patria Grande se comienza a pensar por esos militantes. Sus estrategias estaban dirigidas de manera precisa a captar adeptos al proceso revolucionario y expandirlo hacia todo el continente. Vale, en este sentido, rescatar el Plan de Operaciones donde Moreno describe a tres tipos de individuos: "los adeptos", "los enemigos" y "los silenciosos neutrales". Estos últimos constituyen la clave para el éxito del plan revolucionario. Había que llevar adelante una táctica para concientizarlos y/o cooptarlos expandiendo la revolución. Los continuadores de esta obra, como Artigas y San Martín, ejecutaron una estrategia que trascendía los avances y conquistas militares, incluyendo un plano político fundado en la filosofía igualitaria y la distribución del ingreso.
Debemos aprender de estos honorables hombres que lucharon por el bien común y el desarrollo de su patria. Ellos se oponían al poder establecido por las corporaciones dominantes, las que necesitaban de esclavos y de indios avocados a la servidumbre y al trabajo en las minas, para luego enviar la riqueza a la metrópoli en sus buenas flotas. La revolución se enmarca, entonces, no meramente en el combate contra el absolutismo real, sino sobre todo en la lucha por la libertad de ese pueblo oprimido por el poder económico. Ese legado marca nuestro Bicentenario y nos obliga a seguir militando contra las injusticias que el actual poder corporativo continúa imponiendo a nuestro pueblo.